Patrimonio cultural G

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Potencial arqueológico del área de la finca La Esperanza, municipio De Guaduas

Introducción

La ubicación del área de interés en el área del valle del río Magdalena, le otorga una potencialidad patrimonial arqueológica alta que ha sido documentada por un buen número de investigaciones sobre lo que se ha conocido como un corredor biológico de penetración o circulación desde tiempos prehispánicos, las épocas de conquista y colonia. La ubicación del área a intervenir (15 ha.), dentro de un área mayor de, ca. 360 ha, configura unas condiciones de potencialaidad arqueológica, dada su posible estratégica posición entre dos fuentes de agua como el río seco y el caño que en él desemboca. Éstas condiciones biofísicas, en el contexto del valle del Magdalena, se pueden considerar mas que apropiadas para el asentamiento de poblaciones antiguas como las reportadas para la región biogeográfica. Los datos provenientes de las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en la región del Magdalena medio en los últimos 15 años, plantean que las evidencias más tempranas de la presencia humana han sido datadas entre los 12.000 a 10.000 años a. p. (López, 1991a). Las hipótesis propuestas, apuntan a plantear que los primeros grupos humanos asentados en este territorio, estaban conformados por pequeñas bandas seminómadas (cazadoras-recolectoras), basando su subsistencia en la apropiación de recursos de cacería, especialmente megafauna y recolección de productos vegetales (Correal, 1988). Los artefactos en piedra recuperados, denominados como industria lítica, muestran un desarrollado básico de la talla. La gran cantidad de desechos de talla recuperados, permite plantear que los artefactos habían sido elaborados en el lugar (“in situ”), destacándose el uso de cantos rodados de chert, como materia prima principal. Es muy recurrente la identificación de campamentos ó talleres donde se fabricaron gran cantidad de artefactos. Los resultados de las investigaciones permiten plantear la presencia de dos tradiciones liticas distintas a nivel tecnológico y las dos están relacionadas con las evidencias encontradas en el sitio Aguazuque en la sabana de Bogotá (Correal U. G., 1969 y 1977). Las investigaciones también han reportado datos de sociedades agroalfareras ubicadas cronológicamente entre el el final del tercer milenio y durante el segundo milenio antes del presente. Se permite proponer que sus modos de apropiación estaban relacionados directamente con la riqueza del río y se complementaban con un manejo seleccionado de palmas y por la cacería. A esto se le agrega la posibilidad del trabajo agrícola de raíces y maíz, pero faltan datos para su comprobación hipotética. El valle del medio del río Magdalena fue poblado por grupos alfareros con distintos tipos cerámicos, inicialmente asociados a lo que Reichel - Dolmatoff llamó el segundo Horizonte Inciso y más tarde fechado por Cifuentes (1993) en sitios relacionados con Arrancaplumas en 2.040 +/- 90 A. p. Este Horizonte comparte rasgos estilísticos con la cerámica de la costa Atlántica, en especial con los complejos descritos para el Bajo Magdalena (Zambrano y Malambo). Según los planteamientos de Reichel - Dolmatoff, en este período hubo una difusión de los grupos que portaban los tipos cerámicos hacia el interior, desde la costa, especialmente reconocible en los rasgos estilísticos, los cuales se presentan en la cerámica tanto de la sabana de Bogotá, como de Honda e incluso de San Agustín. Investigaciones realizadas en la vertiente oriental parecen relacionar la cerámica del valle con la existente en la sabana de Bogotá, mas directamente con la cerámica Herrera (Hernández y Cáceres, 1989; Cifuentes, 1993). En épocas más tardías, después del siglo IX de nuestra era, la región del Magdalena Medio fue paulatinamente cada vez mas poblada por grupos humanos agroalfareros con desarrollos regionales particulares, los cuales también desarrollaron estrategias de apropiación de los diferentes ecosistemas. Según los datos arqueológicos los grupos humanos que poblaron esta región presentan similitudes en cuanto a la tecnología y el estilo alfarero y se pueden considerar “como un grupo cerámico que se extiende por ambas márgenes del río Magdalena, incluida la parte baja de sus afluentes desde Puerto Mosquito (Departamento del Cesar) hasta Calzón de Oro, al sur de Honda, Departamento del Tolima” (Castaño y Dávila, 1984). Con base en datos etnohistóricos y arqueológicos se ha venido planteado que los grupos asentados hacia el segundo milenio d. C, en el valle medio del río Magdalena, serían de filiación Karib, los cuales procedentes de las tierras altas de Guayana, ingresaron por el norte de Suramérica, trayendo consigo una tradición cultural desarrollada en las cuencas y tierras bajas neotropicales (Castaño y Dávila, 1984). Esto implicaría que los nuevos grupos desplazaron a los antiguos habitantes imponiendo parte de su acervo cultural y adoptando costumbres y modos de apropiación de aquellos con quienes se disputaron la tenencia de las tierras. Las evidencias prehispánicas, basadas en columnas de polen realizadas en la región, indican la presencia de cultivos de maíz, yuca y el manejo de algunas especies de palmas; también las referencias etnohistóricas advierten sobre la presencia en la región del complejo maíz–fríjol hacia la época de La Conquista. Estos datos apuntan a que los grupos portaban formas de subsistencia desarrolladas en la selva amazónica y en su expansión hacia nuevos territorios encontraron sistemas agrícolas más eficientes, los cuales adoptaron en los nuevos ambientes (Castaño y Dávila, 1984). De manera específica entre los municipios de Honda y Guaduas se cuentan con varios yacimientos que hablan de la presencia de grupos humanos prehispánicos y en la Colonia. Yacimientos como Guadero-Guaduas, con una ubicación temporal entre 2230 +- 90 años antes del presente (antes de 2000), y Arrancapluma-Honda, con una temporalidad de 2050 +-90, antes del presente (antes de 2000) nos muestran un patrón de asentamiento de una fuerte tendencia a ocupar entornos ribereños y lacustres, en los cuales se conformaron aldeas nucleadas. Como bien nos podemos dar cuenta, el área de intervención se encuentra dentro de una zona de alta potencialidad arqueológica, dado que forma parte de una complejas y antiguas dinámicas de poblamiento e interacción con el medio. Una intervención específica de 15 HA, es bastante significativa dentro de los aportes a al desarrollo de la arqueología nacional, además de que forma parte de un predio de 360 Ha, que si bien no tendrá una intervención tan directa, estará potencialmentre expuesta a intervenciones indirectas y continuas de uso intensivo. Por esta razón se recomienda realizar unas acciones de caracterización del potencial desde un reconocimiento arqueológico a la totalidad del predio (360 Ha) y una prospección arqueológica sobre las 15 Ha a construir, considerando todas las áreas que el proceso de construcción pudieran afectar de manera temporal. Estar alertas al posible hallazgo de evidencias arqueológicas, para dar aviso a las autoridades competentes no es suficientes, pues la valoración del patrimonio arqueológico y los aportes que éstos dan a la historia y a la ciencia requieren acciones de protección preventiva, mas que remedial o coercitiva. En los términos actuales de la política nacional, es un asunto de conciencia nacional y de patria. No es un asunto de folclor. BIBLIOGRAFÍA BERMÚDEZ R. Mario Alonso y NIETO A., Luis Eduardo. 1998 Propuesta técnica y metodológica del rescate y monitoreo arqueológico de la Línea de transmisión eléctrica a 230 kv. Primavera - Playas San Carlos (Antioquia) - Cimitarra (Santander). Laboratorio de Arqueología – Universidad de Antioquia. Medellín. CASTAÑO URIBE, Carlos. 1993 "Arqueología del Horizonte de Urnas Funerarias en el valle medio del río Grande de la Magdalena" en Arte de la Tierra. Sinú y río Magdalena. Fondo de Promoción de la Cultura, Banco Popular, Bogotá. P p. 21 - 26. 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